Retomando lo presentado en otras entradas, dos catálogos de árboles. Es algo temerario establecer una relación directa y consciente entre el fragmento de Ovidio y estos dos, pero no lo es, al menos en el caso de Acevedo, hacerlo con los cantos III y XIII del Infierno de Dante.

Fragmento del capítulo VIII de Ismael de Eduardo Acevedo Díaz.

Rara vez la planta humana hollaba aquellos sitios, verdaderos asilos ignorados del gaucho errante; y diríase ante su salvaje pompa y virgen soledad, la smarrita via, en la selva oscura del poeta. Troncos gigantes enlazados por graciosas guirnaldas, de lianas y tacyos, hasta formar tupidas redes en las bóvedas de las copas confundidas; palmeras enhiestas asomando sus cabezas en el espacio, a manera de colosales quitasoles del oriente; robustos yatáhis y guayabos en estrecha alianza con las indígenas yedras trepadoras, molles y laureles agrupados en tumulto: añosos quebrachos y atrevidos ñangapirées elevando sus cúpulas en desorden, junto al duro espinillo y al tala espinoso, verdadero erizo vegetal que hiere y desgarra como un dragón que guardara el secreto de la floresta; columnatas singulares, airosos capiteles, variadas volutas, elegantes cimborios simulados por miriadas de hojas y tupidas florescencias; y en la pradera sombría, como asaltando las bases y troncos de aquella hermosa vegetación secular, innúmeras legiones de plantas selváticas irguiéndose con audacia para concluir en esbeltos tallos y trémulos penachos de vivos matices, o retorciéndose por el suelo cual prodigiosa nidada de serpientes.

(Fragmento de) poema de Washington Benavídes.

Largo sería de contar: los fresnos,
las ceibas purpuradas, los oscuros
paraísos
los verdes, voladores alamillos,
los algarrobos de mareantes vainas,
el azul y armónico eucalipto;
la sucesión de árboles y días,
de noches y de trenes
que se llevaron, —lejos— a mi sombra
o me beneficiaron con sus aires.

Nota: leí este poema (o fragmento de poema) en una reseña de Ángel Rama al libro Poesía de Washington Benavides que apareció en el semanario Marcha (XXV, 1186, 13 dic. 1963: 29), donde no cita su nombre.

Una respuesta a “Los árboles”

  1. […] descubrimiento o incluso redescrubrimiento. Un caso paradigmático de esto último es la lectura de Eduardo Acevedo Díaz, uno de los más impresionantes narradores de nuestra historia, transformado por Di Giorgio, casi […]

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