Tras rever Citizen Kane releí el maravilloso poema de T. S. Coleridge que da nombre a la entrada. El misterio que rodea su creación (que cuenta Borges en su célebre ensayo El sueño de Coleridge) no es menos maravilloso que su edificio.

In Xanadu did Kubla Khan
A stately pleasure-dome decree:
Where Alph, the sacred river, ran
Through caverns measureless to man
Down to a sunless sea.
So twice five miles of fertile ground
With walls and towers were girdled round:
And there were gardens bright with sinuous rills,
Where blossomed many an incense-bearing tree;
And here were forests ancient as the hills,
Enfolding sunny spots of greenery.

But oh! that deep romantic chasm which slanted
Down the green hill athwart a cedarn cover!
A savage place! as holy and enchanted
As e’er beneath a waning moon was haunted
By woman wailing for her demon-lover!
And from this chasm, with ceaseless turmoil seething,
As if this earth in fast thick pants were breathing,
A mighty fountain momently was forced:
Amid whose swift half-intermitted burst
Huge fragments vaulted like rebounding hail,
Or chaffy grain beneath the thresher’s flail:
And ‘mid these dancing rocks at once and ever
It flung up momently the sacred river.
Five miles meandering with a mazy motion
Through wood and dale the sacred river ran,
Then reached the caverns measureless to man,
And sank in tumult to a lifeless ocean:
And ‘mid this tumult Kubla heard from far
Ancestral voices prophesying war!

The shadow of the dome of pleasure
Floated midway on the waves;
Where was heard the mingled measure
From the fountain and the caves.
It was a miracle of rare device,
A sunny pleasure-dome with caves of ice!
A damsel with a dulcimer
In a vision once I saw:
It was an Abyssinian maid,
And on her dulcimer she played,
Singing of Mount Abora.
Could I revive within me
Her symphony and song,
To such a deep delight ‘twould win me,
That with music loud and long,
I would build that dome in air,
That sunny dome! those caves of ice!
And all who heard should see them there,
And all should cry, Beware! Beware!
His flashing eyes, his floating hair!
Weave a circle round him thrice,
And close your eyes with holy dread,
For he on honey-dew hath fed,
And drunk the milk of Paradise.

[Traducción en prosa de Saúl Steiner: En Xanadu decretó Kubla Khan un majestuoso palacio de placer: donde Alfa, el río sagrado, corre a través de cavernas inmensurables para el hombre hacia un mar sin sol. Así, dos veces cinco millas de tierra fértil con muros y torres fueron rodeadas; y había jardines brillantes con arroyos sinuosos, donde florecían muchos árboles de incienso; y había bosques antiguos como las colinas cubriendo los soleados espacios de follaje. // Pero, ¡Oh! ¡aquel abismo romántico que se inclinó colina verde abajo a través de un bosque de cedros! ¡Salvaje lugar! ¡sagrado y encantado como si lo hubiera hechizado bajo una luna menguante una mujer gimiendo por su amante-demonio! Y desde este abismo, con incesante torbellino hirviente, como si esta tierra respirara en rápidos y torpes jadeos, una fuente poderosa fue forzada en un instante: y en medio su veloz ráfaga intermitente grandes fragmentos lanzó como granizo, o como cascara de trigo bajo el mayal del trillador y en medio de esas rocas danzarinas de una vez y para siempre brotó violento el río sagrado. Cinco millas serpenteando con un movimiento laberíntico a través del bosque y el valle el río sagrado corrió, hasta que encontró las cavernas inmensurables para el hombre, y se hundió tumultuoso en un océano sin vida; ¡y en medio de este tumulto Kubla oyó desde lejos ancestrales voces profetizando guerra! La sombra del palacio de placer flotó en medio de las olas; donde se oía el compás mezclado de la fuente y las cavernas. Era un extraño milagro, ¡un soleado palacio de placer con cavernas de hielo! // Una damisela con un dulcémele en una visión que vi una vez: era una criada Abisinia y en su dulcémele tocaba, cantando, sobre el Monte Abora. Si reviviera en mí su sinfonía y canción, tal profundo deleite me ganaría, y con música fuerte y duradera, construiría aquél palacio en el aire, ¡aquél soleado palacio! ¡aquellas cavernas de hielo! Y todos los que oyeran las verían allí y todos gritarían, ¡Cuidado! ¡Cuidado! ¡Sus ojos centelleantes, su cabello flotando! Tejedle un círculo alrededor tres veces, y cerrad sus ojos con temor sagrado porque él se ha alimentado de néctar y bebió la leche del Paraíso.]

Una respuesta a “Kubla Khan”

  1. […] en el poeta inglés Samuel Taylor Coleridge, autor del poema Kubla Khan, que pueden encontrar aquí. Segundamente en el paradigmático, en cuanto a la estrecha relación entre la casa y su […]

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