Capítulos 15 y 16 del libro X de las Confesiones de San Agustín, sobre la memoria de las cosas ausentes y la memoria del olvido.

X; 15, 23.

sed utrum per imagines an non, quis facile dixerit? nomino quippe lapidem, nomino solem, cum res ipsae non adsunt sensibus meis; in memoria sane mea praesto sunt imagines earum. nomino dolorem corporis, nec mihi adest dum nihil dolet; nisi tamen adesset imago eius in memoria mea, nescirem quid dicerem nec eum in disputando a voluptate discernerem. nomino salutem corporis cum salvus sum corpore; adest mihi quidem res ipsa. verum tamen nisi et imago eius inesset in memoria mea, nullo modo recordarer quid huius nominis significaret sonus, nec aegrotantes agnoscerent salute nominata quid esset dictum, nisi eadem imago vi memoriae teneretur, quamvis ipsa res abesset a corpore. nomino numeros quibus numeramus; en adsunt in memoria mea non imagines eorum, sed ipsi. nomino imaginem solis, et haec adest in memoria mea, neque enim imaginem imaginis eius, sed ipsam recolo; ipsa mihi reminiscenti praesto est. nomino memoriam et agnosco quod nomino. et ubi agnosco nisi in ipsa memoria? num et ipsa per imaginem suam sibi adest ac non per se ipsam?

X; 16, 24.

quid, cum oblivionem nomino atque itidem agnosco quod nomino, unde agnoscerem nisi meminissem? non eundem sonum nominis dico, sed rem quam significat. quam si oblitus essem, quid ille valeret sonus agnoscere utique non valerem. ergo cum memoriam memini, per se ipsam sibi praesto est ipsa memoria. cum vero memini oblivionem, et memoria praesto est et oblivio, memoria qua meminerim, oblivio quam meminerim. sed quid est oblivio nisi privatio memoriae? quomodo ergo adest ut eam meminerim, quando cum adest meminisse non possum? at si quod meminimus memoria retinemus, oblivionem autem nisi meminissemus, nequaquam possemus audito isto nomine rem quae illo significatur agnoscere, memoria retinetur oblivio. adest ergo ne obliviscamur, quae cum adest, obliviscimur. an ex hoc intellegitur non per se ipsam inesse memoriae, cum eam meminimus, sed per imaginem suam, quia, si per se ipsam praesto esset oblivio, non ut meminissemus, sed ut oblivisceremur, efficeret? et hoc quis tandem indagabit? quis comprehendet quomodo sit?

X; 16, 25.

ego certe, domine, laboro hic et laboro in me ipso. factus sum mihi terra difficultatis et sudoris nimii. neque enim nunc scrutamur plagas caeli aut siderum intervalla dimetimur vel terrae libramenta quaerimus. ego sum qui memini, ego animus. non ita mirum si a me longe est quidquid ego non sum: quid autem propinquius me ipso mihi? et ecce memoriae meae vis non comprehenditur a me, cum ipsum me non dicam praeter illam. quid enim dicturus sum, quando mihi certum est meminisse me oblivionem? an dicturus sum non esse in memoria mea quod memini? an dicturus sum ad hoc inesse oblivionem in memoria mea, ut non obliviscar? utrumque absurdissimum est. quid illud tertium? quo pacto dicam imaginem oblivionis teneri memoria mea, non ipsam oblivionem, cum eam memini? quo pacto et hoc dicam, quandoquidem cum imprimitur rei cuiusque imago in memoria, prius necesse est ut adsit res ipsa, unde illa imago possit imprimi? sic enim Carthaginis memini, sic omnium locorum quibus interfui, sic facies hominum quas vidi, et ceterorum sensuum nuntiata, sic ipsius corporis salutem sive dolorem: cum praesto essent ista, cepit ab eis imagines memoria, quas intuerer praesentes et retractarem animo, cum illa et absentia reminiscerer. si ergo per imaginem suam, non per se ipsam, in memoria tenetur oblivio, ipsa utique aderat, ut eius imago caperetur. cum autem adesset, quomodo imaginem suam in memoria conscribebat, quando id etiam quod iam notatum invenit praesentia sua delet oblivio? et tamen quocumque modo, licet sit modus iste incomprehensibilis et inexplicabilis, etiam ipsam oblivionem meminisse me certus sum, qua id quod meminerimus obruitur.

[Traducción de Ángel Custodio Vega Rodríguez: X; 15, 23. Pero, si es por medio de imágenes o no, ¿quién lo podrá fácilmente decir? En efecto: nombro la piedra, nombro el sol; y no estando estas cosas presentes a mis sentidos, están ciertamente presentes en mi memoria sus imágenes. Nombro el dolor del cuerpo, que no se halla presente en mí, porque no me duele nada, y, sin embargo, si su imagen no estuviera en mi memoria, no sabría lo que decía, ni en las disputas sabría distinguirle del deleite. Nombro la salud del cuerpo, estando sano de cuerpo: en este caso tengo presente la cosa misma; sin embargo, si su imagen no estuviese en mi memoria, de ningún modo recordaría lo que quiere significar el sonido de este nombre; ni los enfermos, nombrada la salud, entenderían qué era lo que se les decía, si no tuviesen en la memoria su imagen, aunque la realidad de ella esté lejos de sus cuerpos. Nombro los números con que contamos, y he aquí que ya están en mi memoria, no sus imágenes, sino ellos mismos. Nombro la imagen del sol, y se presenta ésta en mi memoria, mas lo que recuerdo no es una imagen de su imagen, sino esta misma, la cual se me presenta cuando la recuerdo. Nombro la memoria y conozco lo que nombro; pero ¿dónde lo conozco, si no es en la memoria misma? ¿Acaso también ella está presente a sí misma por medio de su imagen y no por sí misma? // X; 16, 24 ¿Y qué cuando nombro el olvido y al mismo tiempo tengo conocimiento de lo que nombro? ¿De dónde podría conocerlo yo si no lo recordase? No hablo del sonido de esta palabra, sino de la cosa que significa, la cual, si la hubiese olvidado, no podría saber el valor de tal sonido. Cuando, pues, me acuerdo de la memoria, la misma memoria es la que se me presenta y a sí por sí misma; pero cuando recuerdo el olvido, se me hacen presentes la memoria y el olvido: la memoria con que me acuerdo y el olvido de que me acuerdo. Pero ¿qué es el olvido sino privación de memoria? Pues ¿cómo está presente en la memoria para acordarme de él, siendo así que estando presente no puedo recordarlo? Pero si es cierto que lo que recordamos lo retenemos en la memoria, y que, si no recordásemos el olvido, de ningún modo podríamos, al oír su nombre, saber lo que por él se significa, síguese que la memoria retiene el olvido. Luego está presente para que no olvidemos la cosa que olvidamos cuando se presenta. ¿Deduciremos de esto que cuando lo recordamos no está presente en la memoria por sí mismo, sino por su imagen, puesto que, si estuviese presente por sí mismo, el olvido no haría que nos acordásemos, sino que nos olvidásemos? Mas al fin, ¿quién podrá indagar esto? ¿Quién comprenderá su modo de ser? 25. Ciertamente, Señor, trabajo en ello y trabajo en mí mismo, y me he hecho a mí mismo tierra de dificultad y de excesivo sudor26. Porque no exploramos ahora las regiones del cielo, ni medimos las distancias de los astros, ni buscamos los cimientos de la tierra; soy yo el que recuerdo, yo el alma. No es gran maravilla si digo que está lejos de mí cuanto no soy yo; en cambio, ¿qué cosa más próxima a mí que yo mismo? Con todo, he aquí que, no siendo este «mí» cosa distinta de mi memoria, no comprendo la fuerza de ésta. Pues ¿qué diré, cuando estoy cierto de que yo recuerdo el olvido? ¿Diré acaso que no está en mi memoria lo que recuerdo? ¿O tal vez habré de decir que el olvido está en mi memoria para que no me olvide? Ambas cosas son absurdísimas. ¿Qué decir de lo tercero? Mas ¿con qué fundamento podré decir que mi memoria retiene las imágenes del olvido, no el mismo olvido, cuando lo recuerda? ¿Con qué fundamento, repito, podré decir esto, siendo así que cuando se imprime la imagen de alguna cosa en la memoria es necesario que primeramente esté presente la misma cosa, para que con ella pueda grabarse su imagen? Porque así es como me acuerdo de Cartago y así de todos los demás lugares en que he estado; así del rostro de los hombres que he visto y de las noticias de los demás sentidos; así de la salud o dolor del cuerpo mismo; las cuales cosas, cuando estaban presentes, tomó de ellas sus imágenes la memoria, para que, mirándolas yo presentes, las repasase en mi alma cuando me acordase de dichas cosas estando ausentes. Ahora bien, si el olvido está en la memoria en imagen no por sí mismo, es evidente que tuvo que estar éste presente para que fuese abstraída su imagen. Pero cuando estaba presente, ¿cómo esculpía en la memoria su imagen, siendo así que el olvido borra con su presencia lo ya impreso? Y, sin embargo, de cualquier modo que ello sea —aunque este modo sea incomprensible e inefable—, yo estoy cierto que recuerdo el olvido mismo con que se sepulta lo que recordamos.]

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