Roll over Roger Waters

Nunca me enamoré de mi maestra.

Al final el grito trágico que se golpea a la pared no era tal, no era el grito que iba a romperla. Y el pop, así vulgar y tonto, que tiene que ver (Warhol dixit) con que te gusten cosas, no con romper nada, lo supo dejar ahí y sacarle brillo mientras.

«Mientras» es la palabra porque hay una fascinación con lo instantáneo, lo presente y por lo tanto en proceso de putrefacción. «Everybody screamed when I kissed the teacher», dice la canción que abre uno de los mejores discos de ABBA y que se llamó en un primer momento «Rio de Janeiro» (no me pregunten por qué). Y la fantasía rara de «Teacher I Need You», la canción de Elton John, tiene algunas de las rimas más tontas de la música («She’s an inspiration / For my graduation»), junto a versos ingeniosos como «You give me education in the lovesick blues». Pero en el rococó Rufus Wainwright hay mejor que en ninguna la superestilización del kitch junto al juego con las palabras, como un gesto casi aristocrático de humor: «Here I am in this uniformish, pant-suit sort of thing».

Ahí se juega todo el pop: en la pose. En la apariencia del enamoramiento, de lo femenino, de la puesta en escena melodramática del llanto. Hacía rato que venía pensando (Gonzalo Ramírez, la feria sobre Blanes, los racimos de estudiantes frente a las dos facultades, la rambla allá con el río pero no el mar y ciertamente no el océano, la noche bostezando, el sueño profundo del enfermo) en la pose de llorar. En el sentimiento que encuentra el lugar así, dejando tres lágrimas y no las cinco que merecería el auténtico guiño al genio. En la verdad sobre la actuación, que cuando falla es más real.

Crea un sitio web o blog en WordPress.com