Anti-Reseñas/1

Este año será recordado por muchas cosas. Entre ellas, por la calidad de la narrativa publicada en nuestro país. Reviso por eso tres libros que quedaron (por diversos motivos) fuera de mis reseñas en la diaria.

Historia de nuestros perros, de Agustín Acevedo Kanopa (Montevideo: Estuario, 2016). Pocas veces recuerdo mis sueños, pero cuando lo hago historia-de-nuestros-perros-tapabajasiempre me queda una rara sensación de espanto. Sueño cosas completamente banales, escenas de la vida cotidiana, minucias, pero bajo una luz extraña. En uno leo un mail de Gabriel Lagos donde me sugiere cambios para una nota, en otro voy a la farmacia, en otro estoy en una islita con gaviotas, o soy Elizabeth Barrett Browning en Italia, o estoy en el auto yendo a algún lado. Cosas completamente ordinarias que me dejan aterrorizado. Después de leer la mayoría de los cuentos de Historia de nuestros perros decidí dormir una siesta. Una siesta corta, de sillón, llena de intrincadas pesadillas que después no supe separar de lo que acababa de leer, porque estos impactantes cuentos de Acevedo Kanopa están hechos del mismo realismo alucinado que mis sueños.

Verde, de Ramiro Sanchiz (Montevideo: Fin de Siglo, 2016). No hay nada verde_tapamás estable y asociado a mi niñez en mis memorias que el color verde. Verde de las contratapas de los libritos de la colección Centauro de la editorial argentina Acmé que leía mientras mis abuelos dormían la siesta. Verde de los montes vecinos al río Guaviyú, de altísimos sauces llorones. Verde de la novela de Julio Vernes. Verde de la kriptonita y de Hulk, de Yoda, de Oz y de la poción esmeralda que Dumbledore bebe hasta la locura. No puedo decir mucho de esta novela casi perfecta, que leí de un tirón en unas horas, salvo que por momentos me devolvió El mundo perdido, de Arthur Conan Doyle, las 15:30 de un verano de muchos años atrás.

Febrero 30, de Amir Hamed (Montevideo: HUM, 2016). Hay algo que se sabe 15095432_1815691438447442_7685605160066166548_nya, aunque no se diga tanto: la prosa de Hamed es hoy una de las más intensas y fulgurantes de la lengua española. Si alguien tiene dudas que abra al azar cualquier página, por decir algo, de la trilogía que sacó entre 2014 y 2015 («El alma del relato», formada por Encantado, Ella sí y M) y deje de dudar. No es que sea un seguidor acérrimo (a menudo hemos disentido, sobre todo a partir de sus ensayos), pero algo tiene Hamed que fascina (encanta, diría tal vez él). Y, en efecto, ¿quién puede irse de Febrero 30? Tuve la suerte de leerla antes de que fuera publicada pero esperé a que apareciera en libro para volver a ella una vez más, muchas veces más.

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