De aquella época son las puestas de obras de otros autores cercanos al absurdo, como René de Obaldía (El sátiro, de 1963, fue estrenada en Montevideo al año siguiente), y de algunos considerados como precursores, como el alemán Christian Dietrich Grabbe (1801-1836) y el surrealista francés Roger Vitrac (1899-1952). Dramas de Albee como El cuento del zoológico (1958) o El sueño americano (1961) se representaron en el Odeón en 1963 y en El Galpón en 1964, respectivamente.

A esto habría que sumarle las obras uruguayas cercanas al absurdo y la ruptura con el realismo tradicional, como las de Jorge Bruno (El cuarto de Anatol es de 1956), Luis Novas Terra (M.M.Q.H. es de 1958), Hugo Bolón (Water 2000 se puso en escena en 1966) y Jorge Blanco (La araña y la mosca fue estrenada en 1962), y, sobre todo, el trabajo sostenido y renovador del grupo Teatro Uno, fundado en 1963 por Alberto Restuccia, Luis Cerminara, Graciela Figueroa y Jorge Freccero, que en 1964, por mencionar un solo espectáculo, presentó El infierno, programa traducido y adaptado por Restuccia, que incluía fragmentos de Una temporada en el infierno, de Arthur Rimbaud, Un diario del infierno (Pesa-nervios), de Antonin Artaud, y de un trabajo abandonado de Beckett.