Emily Dickinson: Un desierto de arena rosa

Dickinson escribía con palabras que, de cotidianas, se volvían extrañas. «No es necesario ser una habitación», comienza por ejemplo su poema 670, «para estar embrujada» y hay una plasticidad que deslumbra, una cercanía que enceguece, una consecución dislocada de las imágenes preferidas de los románticos -abadías y sepulturas, corredores, asesinos que acechan en los cuartos, fantasmas y encuentros a medianoche-, que son emplazadas en el espacio cerrado del pensamiento.

Fragmento de “Un desierto de arena rosa: Emily Dickinson”, que se publicó en el portal de la librería Escaramuza. Se puede acceder al texto completo haciendo clic en la cita.

3 respuestas a “Emily Dickinson: Un desierto de arena rosa”

  1. […] Además, empecé dos proyectos que me entusiasman mucho. El primero, en la revista on-line Sotobosque, sobre poesía uruguaya; el otro, en el reciente portal de la librería Escaramuza, para el que escribí sobre Juan Carlos Onetti, Juan Rulfo y Emily Dickinson. […]

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  2. […] que menos) a consciencia por críticos, historiadores, fotógrafos, el poeta mismo. La figura de Emily Dickinson (1830-1886), por supuesto, o el mito de Emily Dickinson (“mito” la llamaban, de acuerdo con una […]

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  3. […] Peveroni); hay uruguayos (todos los nombrados anteriormente) y no uruguayos (Czesław Miłosz, Emily Dickinson, André Breton, Yannis Ritsos, Manuel Acuña, Silvina Ocampo, Emily Brontë); hay también […]

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