En 2016 escribí, para la revista Lento, un artículo sobre William Shakespeare y sus traductores uruguayos que me llevó a entrevistar a los participantes del proyecto «Shakespeare por escritores», de la editorial Norma, y al argentino Marcelo Cohen, que los había convocado para la tarea. Al tiempo, con motivo de la muerte de Amir Hamed, publiqué su entrevista completa, que en el artículo aparecía apenas citada, en este blog.
Hace unos meses, como parte del curso Traducción literaria en Uruguay: por un abordaje crítico de traducciones y traductores, sus organizadoras Leticia Hornos y Rosario Lázaro me invitaron a hablar de la versión de Hamed de The Two Noble Kinsmen, obra tardía de Shakespeare escrita en colaboración con John Fletcher. Sin dudar acepté y el miércoles 5 de setiembre volví a la Facultad de Humanidades. Antes de hacerlo, además de releer algunos textos como el prólogo a la obra o el ensayo “Tímpano y fantasma”, publicado en el libro de Hamed Ganas y letras (Montevideo: H Editores, 2017), me contacté con Sandra López Desivo y le pregunté si recordaba algo del momento de traducción o si había algún registro de ese trabajo (notas o borradores, por ejemplo).
A los días me respondió, y la anécdota que contó me impactó mucho. Una noche, decía en su mail, se despertó a la madrugada y, al acercarse al escritorio en el que estaba Hamed traduciendo, «escribiendo y resollando hiperconcentrado», quedó en las sombras a la espera de que terminara. Al fin, cuando lo hubo hecho, le preguntó qué pasaba, a qué se debía esa intensidad, a lo que él respondió, según sus palabras: «Estaba terminando de describir una escena en la que tenía que hacer que viviera y se moviera un caballo».
Más allá de lo que significa en torno a la cuestión traductológica esa expresión, que conlleva una idea de la traducción como acto creador y no como mero pasaje, réplica o eco, y más allá del lugar que se le puede dar como arte poética o postura ética de Hamed frente a la literatura, la historia, que condensa de un modo tan gráfico la corporalidad de la escritura, la pasión que la mueve, la persecución del deseo que implica, me llevó a buscar el fragmento en el que el animal cobra vida y hacer una lectura comparada de las versiones de Shakespeare y de Hamed.
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