Poetas líricos en lengua inglesa: Blake, Wordsworth, Coleridge y otros

Tercera parte del prólogo de Silvina Ocampo a la antología Poetas líricos en lengua inglesa (Buenos Aires: Jackson, 1952 y Barcelona: Océano, 1999).


Parecería que los poetas se confabularan para reunirse con más ímpetu y felicidad en ciertas épocas de la historia. Un descolorido lapso se extiende, para la poesía inglesa, después de la desaparición de Shakespeare, Donne, Milton, Dryden y Pope, hasta la aparición de Blake, de Burns y de los poetas laquistas (Wordsworth, Coleridge, Southey), que inician una nueva y venturosa era. Durante ese lapso merece recordarse el nombre del célebre Samuel Johnson, que escribió poemas con más inteligencia que inspiración. Sus versos aislados pueden ser admirables, pero agrupados, en marcha monótona, en vez de estimular la lectura, pesan, entorpecen, desaniman y descorazonan la atención. Sus poemas más notables son London y The Vanity of Human Wishes. Mencionaré también las inspiradas imposturas de James Macpherson y de de Thomas Chartterton: los poemas de Ossian, vagos, retóricos, falsamente grandiosos, admirados por Goethe y por Napoleón, y los discutidos y asombrosos poemas de Thomas Rowley.

blakeinyouthandage-13-1-bqscan-e1541289279610.png
Detalle de «Retratos de William Blake a las edades de 28 y 69 años», de  Frederick Tatham (c. 1830)

«Escribo cuando estoy inspirado por los espíritus, e inmediatamente después de haber escrito, veo volar las palabras por mi cuarto, en todas direcciones. Entonces mi obra ya está publicada: los espíritus pueden leerla. El manuscrito ya no sirve para nada y estoy a punto de quemarlo, pero mi mujer no me deja». Después de leer esta frase, que cita Crabb Robinson en sus reminiscencias, agradecemos que Mrs. Blake haya contribuido a conservar esos preciosos manuscritos y permitido que no sean aquellos espíritus amaestrados los únicos que hayan tenido el privilegio de conocer la obra del exaltado y extraño poeta.
Un acierto de nuestro siglo es el renombre otorgado a William Blake. Nunca faltará quien justifique la vida de un poeta: agrada a los hombres admirar a un artista que fue despreciado, porque la admiración, en este caso, significa casi un descubrimiento, y descubrir es crear. Sucede a menudo que el poeta que no fue admirado en su época, lo es en la siguiente con mayor fervor: a Blake se le debía este homenaje, esta apasionada justicia, esta consagración. Sus contemporáneos lo consideraban un demente con cierto talento artístico y poético. Algunas importantes historias de la literatura inglesa no lo mencionan. Su obra es anacrónica: en realidad, parece un producto de nuestra época. Desordenado y violento, este visionario, este profeta infatigable ha dejado una obra que asombra por su genialidad. Si ha existido Blake, si existe su obra es porque existe la inspiración. Podemos imaginar el rostro arcaico de la musa que dictó sus versos.
En sus más caóticos poemas, inesperadamente, como piezas preciosas, surgen versos deslumbrantes, que perduran en la memoria entre los más famosos, entre los más clásicos.
Blake vivía sumido en la contemplación de sus visiones. Cuenta Crabb Robinson que la mujer de Blake conocía las visiones de su marido como si las hubiera visto ella misma. En una ocasión le oyeron decirle: «Sabes, querido, la primera vez que viste a Dios tenías cuatro años. Lo viste en la ventana y comenzaste a gritar.»
Los encuentros que Blake tenía con Milton, según su propio testimonio, eran frecuentes. Decía que el retrato más parecido de Milton se encontraba en el volumen IV de Holli’s Memoirs. En sus visiones solía verlo joven o anciano. Un día le había rogado que corrigiera un error que había cometido en Paradise Lost. Blake se habría negado rotundamente, contestándole: «Tengo que ocuparme de mis obligaciones».
La muerte no arredraba a Blake, quien había dicho: «No puedo pensar en la muerte como algo más importante que salir de un cuarto y entrar en otro». Un día de 1827 cantó una canción improvisada, Ut migraturus!, mientras pasó de un cuarto a otro saludando a la muerte.

Con la apasionada simplicidad que Villon componía sus poemas en idioma francés, Robert Burns compuso sus canciones en un idioma no menos candoroso y nacional. La naturalidad, la frescura y la gracia son las virtudes primordiales en la obra de este poeta, que murió a los treinta y siete años (1796), dejándonos en su lenguaje natal impresiones de alegría y de luminosidad.

En esta época romántica comienza una especie de emancipación del verso inglés: sus características fluyen, numerosas, en los manuscritos de poetas nacidos con cinco o seis años de diferencia, en el norte o en el sur de Inglaterra: William Wordsworth, Walter Soctt, Samuel Taylor Coleridge, Robert Southey, Charles Lamb, Walter Savage Landor.

mw06933.jpg
Detalle del retrato de William Wordsworth de Sir William Boxall (1831)

La vida de William Wordsworth fue extraordinariamente tranquila y feliz. Decidió ser poeta y lo fue. Diariamente observaba la naturaleza, diariamente componía versos. Su obra es numerosa y desigual. Sin desdeñar a veces las cosas más triviales, versificaba todo lo que pensaba y todo lo que sentía, con igual afán, pero no con igual felicidad. Ningún poeta fue tan orgullosamente modesto ante el mundo y tan humilde ante la naturaleza. En The Prelude nos cuenta toda su infancia y su estada en Francia desde fines del año 1791 hasta comienzos del 1793. Esta obra, compuesta en blank verse, fue considerada por Wordsworth subsidiaria de otra más importante, The Recluse. Después de haber estudiado los orígenes y progresos de sus posibilidades intelectuales, se le ocurrió escribir este poema semifilosófico, del cual existen cien versos (escritos también en blank verse), y que habla de las sensaciones y opiniones de los poetas que vivían apartados del mundo. The Excursion estaba destinada a ser la segunda parte.
Como los poemas que escribió George Herbert en forma de altares y de alas, The Recluse iba a ser una especie de catedral gótica; The Prelude representaba una parte importante del edificio y los poemas líricos representaba las pequeñas celdas, oratorios y recintos sepulcrales.
Wordsworth fue feliz con el afecto de su hermana Dorotea y de su mujer. Ninguna pasión atormentó su vida, salvo un episodio fugaz y patético de su juventud, en Francia, con una muchacha llamada Annette. Siempre extasiado frente a la naturaleza, viajó por Escocia, donde compuso Yarrow Univisited, Yarrow Visited y Yarrow Revisited. Definió así la poesía: «la emoción recordada en la tranquilidad». Wordsworth es el poeta de todo lo que es simple. El IX de los Miscellaneous Sonnets lo dice con elocuencia:

Not Love, not War, nor the tumultuous swell,
Of civil conflict, nor the wrecks of change,
Nor Duty struggling with afflictions strange–
Not these ‘alone’ inspire the tuneful shell;
But where untroubled peace and concord dwell,
There also is the Muse not loth to range,
Watching the twilight smoke of cot or grange,
Skyward ascending from a woody dell.
Meek aspirations please her, lone endeavour,
And sage content, and placid melancholy;
She loves to gaze upon a crystal river–
Diaphanous because it travels slowly;
Soft is the music that would charm for ever;
The flower of sweetest smell is shy and lowly.

[Ni el amor ni la guerra ni el henchido tumulto
de conflictos civiles, ni las ruinas del tiempo,
ni el deber combatiendo contra el dolor extraño
inspiran solamente la lira musical.
Mas donde la quietud y la armonía moran,
allí, también la musa preside complacida,
contemplando al crepúsculo el humo de las granjas,
que asciende sobre el cielo de una cañada de árboles.
Ama en las soledades la humilde aspiración,
el alegre saber y la melancolía.
En la visión de un río de cristal se deleita,
un río que es muy diáfano, pues corre lentamente;
suave, suave es la música que puede encantar siempre;
y la flor de fragancia más dulce es siempre humilde.]

Me atrevería a decir, con Andrew Lang, que las más hermosas obras de Wordsworth son Intimations of Inmortality from Recollection of Childhood y Tintern Abbey, si no existiteran versos tan deslumbrantemente puros en The Prelude, The Excursion, Laodamia y algunos de sus sonetos.

You will see Coleridge —he who sits obscure
In the exceeding lustre and the pure
Intense irradiation of a mind,
Which, with its own internal lightning blind,
Flags wearily through darkness and despair—
A cloud-encircled meteor of the air,
A hooded eagle among blinking owls.

[Podrás ver a Coleridge —preside sombríamente
con la excesiva luz y con la pura
e intensa irradiación de su mente,
encandilado por su propia luminosidad interior,
vacilando, fatigado, a través de las tinieblas y las desesperanzas—,
un meteoro del aire rodeado de nubes,
un águila encapirotada entre parpadeantes lechuzas.]

Estos versos de Shelley (en Letter to Maria Gisborne) describen al poeta desesperado: al poeta de los proyectos muy heterogéneos, más fantásticos, más apasionados; al poeta más fracasado, con relación a lo que aspiraba ser, a lo que hubiera podido ser; al amigo, al admirador de Wordsworth.

mw01397.jpg
Detalle de un retrato de juventud de Samuel Taylor Coleridge, Robert Hancock (1796)

En su infancia, Samuel Taylor Coleridge fue uno de esos niños soñadores, inteligentes, que no saben jugar, sino contemplar a los que juegan. Leyó mucho durante su adolescencia. A los veintitrés años, inocentemente, comenzó a tomar opio; el vicio lo persiguió y afectó su carácter a lo largo de la vida, oponiéndose, tal vez, a que realizara gran parte de su obra proyectada. Su elocuencia, su cultura, su imaginación eran extraordinarias, pero no le impidieron practicar el plagio. Fue inmensamente admirado y combatido por sus compañeros.
Ciertas frases de Coleridge parecen escritas por un Wordsworth desapacible. En los poemas  To the Autumnal Moon y Melancholy, algunos versos nos quedan en la memoria enlazados a los de Wordsworth, con una especie de amistad parecida, tal vez, a la amistad personal que los unía —una amistad donde reinaba la ternura de una mujer.

William, my head and my heart! dear William and dear Dorothea!
You have all in each other; but I am lonely, and want you!

[Guillermo, ¡mi cabeza y mi corazón! Querido Guillermo y querida Dorotea
Tenés todo el uno en el otro; pero yo estoy solo y os necesito]

Estos versos invocatorios, dirigidos a Wordsworth y a su hermana en una composición titulada Exameters, demuestran hasta qué punto Coleridge desesperadamente amaba y necesitaba para su salvación a estos amigos, a quienes estaba unidos por los lazos del intelecto y de la poesía.
The Rime of the Ancient Mariner es una de las obras más famosas de Coleridge; su belleza es indiscutible, pero Ode on Dejection contiene tal vez algunos de sus más conmovedores versos.
El poema Kubla Khan comienza brillantemente y termina con versos inesperadamente mecánicos y opacos. ¿Cómo concibió Coleridge este poema? El siguiente relato es verídico, ha labrado su fama, y podría inspirar un argumento cinematográfico, un cuento o tal vez otro poema:
Un día, a consecuencia de una enfermedad, Coleridge tuvo que tomar un remedio que contenía algún narcótico. Sentado cómodamente en una silla, mientras leía unas páginas en Purchas, his Pilgrimage, donde aparecía la descripción del palacio que el Khan Kubla había dado orden de construir, se durmió.
Durante este profundo y maravilloso sueño, que duró aproximadamente tres horas, tuvo la vívida sensación de haber escrito no menos de trescientos versos, sin ningún esfuerzo. Al despertar recordaba con extraordinaria lucidez todo el poema.
Inmediatamente tomó la pluma y el papel, pero no tuvo tiempo de escribir sino el principio, porque fue interrumpido. Durante más de una hora tuvo que hablar de asuntos económicos con un señor que había hecho un largo viaje para consultarlo. Cuando volvió a su habitación, por fin solo, para escribir, advirtió que había retenido de su sueño apenas ocho o diez líneas e imágenes diseminadas y que el resto, todo el resto precioso del poema, se había borrado como las imágenes sobre la superficie del agua donde cae una piedra. Lo más extraño de toda esta historia es lo siguiente: el Khan Kubla (se supo después) había visitado en sueños el palacio, el mismo palacio que había formado en sueños el poema de Coleridge.
El poema inconcluso Christabel y Ode to the Departing Year contienen versos de gran pureza. En Reflections on Love, en Melancholy, ese maravilloso fragmento, y en el soneto To Nature; descubrimos los versos más inspirados, más sensibles, más luminosos del recuerdo; los versos que acuden en cualquier momento a los labios, que nos sugiere la luz, la música, el perfume; los versos que no interrumpen el agradecido silencio porque son discretos como el murmullo del agua o de las hojas.
Coleridge conoció la inquietud de la ambición. Sin cesar, febrilmente, elaboraba planes que no cumplía jamás. Este doloroso proceso fue aniquilando su voluntad. Conoció la ambición y no la vanidad. Le faltó lo que sobraba a Byron.

Sigue

Anuncio publicitario

Crea un sitio web o blog en WordPress.com