Dulce como el queso, amarillo como el chocolate: sobre los subtítulos de «Roma», de Alfonso Cuarón

De fondo, como sostiene Tabarovsky en su columna, la cuestión no es si traducir está bien: es, más bien, cómo y quién traduce. Así, más alarmantes que los subtítulos de la película de Cuarón son la espantosa imposición del “español neutro” (?) que infecta los programas infantiles, las traducciones literarias “planchadas” (así dice que se llaman Marcelo Cohen en su ineludible libro de ensayos Música prosaica) en las que se borra todo rasgo del estilo del autor en pos de una supuesta mejor comprensión, el corrector del celular, reticente al voseo, o una aberración bastante reciente que surgió de las quejas de los lectores del Cono Sur con respecto a las versiones demasiado españolas, según la cual las multinacionales “revisan” las traducciones y las “adaptan” a nuestro dialecto, cambiando pronombres y sustantivos (sobre todo insultos) medio al azar, pero manteniendo la forma de la frase intacta, como si la lengua fuera apenas un conjunto de etiquetas intercambiables.

Fragmento de “Dulce como el queso, amarillo como el chocolate”, contratapa que escribí para el suplemento Cultural de la diaria. Se puede acceder al texto completo haciendo clic en la cita.

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