Este fue un año crítico.
2020 estará para siempre en nuestros recuerdos, por muchas cosas. El año empezó ya enrarecido en Francia, donde viví desde 2018, con la larguísima huelga que había iniciado el 5 de diciembre. Algo de este clima me afectó y dejé constancia de ello en un ensayo breve que llamé «La espera» y que sería el primero de una serie involuntaria que continuarían, ya desatada la pandemia de coronavirus, «Antes, nada«, en el que reflexionaba sobre la rápida toma de postura frente al suceso, y «Dos vistas de la habitación«, centrado en la experiencia del confinamiento. El año, así, quedó marcado de algún modo por este tipo de escritura, y a estos textos los siguieron otro acerca de las visiones del siglo XIX en el cine actual (en base a los estrenos de las nuevas versiones de Mujercitas y Pinocho) y, más adelante, por un texto sobre el conde de Lautréamont en el que retomé la experiencia del confinamiento, como hice también en una reseña doble de las novelas Sensatez (Madrid: PreTextos, 2019), de Guillaume Contré, y Los pasajes comunes (Montevideo: Criatura, 2020), de Gonzalo Baz, publicada en el blog Afuera, que empezamos en febrero, de todos los meses, con Ramiro Sanchiz.
Ahí publiqué, además, artículos, diarios de lectura y reseñas sobre temas tan variados como los libros La condesa sangrienta, de Alejandra Pizarnik, Pequeño mundo ilustrado, de María Negroni, La liebre con ojos de ámbar, de Edmund de Waal, Por los tiempos de Clemente Colling, de Felisberto Hernández, La hermana menor, de Mariana Enriquez, la serie Riverdale, el cine de Tommaso Donati, una breve introducción a la narrativa de Pola Oloixarac en el marco de un especial sobre su obra, un artículo largo sobre novelas «del padre» en el que discuto algunas obras de Alberto Giordano, Roberto Appratto, Annie Ernaux, Anne Pauly, Adolfo Bioy Casares y Daniel Guebel y un conjunto de notas contra el periodismo, que tendrían su ampliación en un artículo largo que salió en la diaria, en el que comento el número 15 de la Revista de la Biblioteca Nacional, editado por Ana Inés Larre Borges, y reseño las reediciones de Contra los periodistas y otros contras (Barcelona: Taurus, 2018), de Karl Kraus, y La decadencia de la mentira y otros ensayos (Barcelona: Taurus, 2018), de Oscar Wilde. En el blog, el año cerró con el ensayo «Para terminar con los raros«, en el que zanjar una discusión, acaso inútilmente.
En la diaria escribí artículos sobre la última ganadora del Nobel Louise Glück, la poesía de Teresa Amy y la relación con la crítica de María Eugenia Vaz Ferreira, Esther de Cáceres y Orfila Bardesio. Además, reseñé los libros de ensayo Resurrecciones y rescates (Madrid: Fondo de Cultura Económica/Universidad de Alcalá, 2019) y el inclasificable Léxico de afinidades (Montevideo: Estuario, 2020), ambos de Ida Vitale, el Cuaderno inicial de José Enrique Rodó, publicado en la web de la Biblioteca Nacional, el poemario Todas esas cosas siguen vivas (Montevideo: Pez en el Hielo, 2020), de Leonor Courtoisie, los libros de narrativa El nervio óptico (Buenos Aires: Mansalva, 2014 y Barcelona: Anagrama, 2017) y La luz negra (Barcelona: Anagrama, 2018), de María Gainza, Yo recuerdo (Buenos Aires: Godot, 2020), de Martín Kohan (reseña en la que a su vez repaso Las genealogías y Yo también me acuerdo, de Margo Glantz, I remember, de Joe Brainard y Je me souviens, de Georges Perec), Libros chiquitos (Buenos Aires: Ampersand, 2020), de Tamara Kamenszain, Sontag. Vida y obra (Barcelona: Anagrama, 2020), de Benjamin Moser, El origen de todo (Montevideo: Criatura, 2020), de Roberto Appratto, y las series Dickinson, de Alena Smith, y Devs, de Alex Garland. Ya por fuera del diario, reseñé también Guitarra negra (Montevideo: Estuario, 2019), de Ramiro Sanchiz, para el sitio web Cuaderno Walhuter, y, ya en el sitio de la librería Escaramuza, publiqué un artículo sobre la postura de varios filósofos frente a la crisis sanitaria, otro sobre los 150 años de la muerte de Isidore Ducasse, las reseñas de los libros Avant que j’oublie (Paris: Verdier, 2019), de Anne Pauly, y Le consentement (Paris: Grasset, 2020), de Vanessa Springora, y una entrevista con Diego Vecchio. En la diaria, por su parte, apareció otra entrevista que hice antes del confinamiento, a la poeta Silvia Baron Supervielle.
En el ámbito académico, se publicó mi artículo “Pálido sol de olvido, luna de la memoria: Jules Supervielle, Susana Soca, Silvina Ocampo” en el número 16 de la Revista de la Biblioteca Nacional de Uruguay, editado por Ana Inés Larre Borges, y, en la web de la Biblioteca, aparecieron mis traducciones de los artículos “¿Cómo leer hoy a Lautréamont?”, Jean Bessière, y “El resentimiento de la naturaleza en Les Chants de Maldoror”, de Daniel Lefort, ambos publicados como parte de un especial por los 150 años de la muerte de Ducasse. En ese sentido, se publicó también un breve poema mío de 2014 en un periódico de número único editado por Alma Bolón que, con el nombre El Montevideano, celebra al poeta francouruguayo.
Tras defender mi tesina de maestría, volví a Uruguay justo antes de que reconfinaran Francia, y el 10 de noviembre presenté en el Museo Zorrilla mi segundo libro, La noche americana (Montevideo: Pez en el Hielo, 2020), un ensayo sobre poesía nocturna que está acompañado por ilustraciones de Elián Stolarsky y cuyo blurb escribió Marcela Labraña. Un fragmento de ese libro había sido leído ya, como parte de una campaña de la Intendencia de Montevideo, en un video que incluye imágenes de las calles vacías de Saint-Denis durante el primer confinamiento.
Lo dicho, un año apocalíptico.
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