Este fue un año revuelto.
Empezamos el año tranquilos en Uruguay, después de un 2020 movido, pero pronto los casos de coronavirus fueron aumentando y todo cambió. En parte por esto, y porque tomé dos materias nuevas en ORT, fue en lo profesional un año demandante, y mi participación en la prensa fue menor que nunca.
El año comenzó haraganamente en febrero, en la web de la librería Escaramuza, con un texto sobre la novela No hay manera de escapar (Paris: Fayard, 2020), de Boris Vian, que sería seguido recién en junio por una reseña del ganador del Premio Goncourt, La anomalía (Paris: Gallimard, 2020), de Hervé Le Tellier. En la diaria abrió el año la reseña del libro de poemas Los cuadernos del Dios Verde (Montevideo: Intendencia de Montevideo, 2020), de Pablo Thiago Rocca, que en su género tuvo como continuación un comentario al libro Tiempo sin claves (Montevideo: Estuario, 2021), de Ida Vitale, acompañado por una entrevista a la poeta, cuyo libro además tuve el gusto de presentar el 23 de setiembre en el auditorio del Museo Nacional de Artes Visuales junto a Regina Ramos y Vitale misma. Además, este año tuve el placer de participar en un especial en homenaje de los cien años del nacimiento de Charles Baudelaire, para el que se publicaron, junto a mi ensayo, textos de Alma Bolón, Martín Macías Sorondo y una introducción de Soledad Platero Puig. Ya en narrativa, reseñé la novela La galaxia Góngora (Montevideo: Hum, 2021), de Gustavo Espinosa, y la reedición de tres libros de relatos de Marosa di Giorgio Camino de las pedrerías (Montevideo: HUM, 2021), Rosa mística (Montevideo: HUM, 2021) y Misales (Montevideo, HUM, 2021).
Ya en otro género, escribí para el diario un breve ensayo sobre el fin del verano y la experiencia de caminar por la ciudad que de algún modo continúa los publicados el año pasado y se vincula con el curso «Tierras de la memoria», que di en Escaramuza en el mes de marzo, centrado en las obras de Jules Supervielle, Susana Soca y Felisberto Hernández. Después publiqué, a su vez, un ensayo sobre Soca en conmemoración de los 115 años de su nacimiento y, en otro sentido, dos ensayos de algún modo personales: el primero sobre la banda argentina Miranda! y el segundo sobre las escrituras del yo, centrado en Michel de Montaigne y John Ashbery.
Otra parte de mi actividad se centró en Afuera, blog que con intermitencias edité junto a Ramiro Sanchiz desde febrero de 2020: ahí aparecieron, concretamente, mis textos sobre Contrato familiar, de Virginia Anderson y Hackear a Coyote, de Alan Mills y una introducción a la narrativa de Dani Umpi. Publiqué, además, el texto de la presentación del 16 de junio del libro Veneno de escorpión azul, de Roberto Echavarren, en la que participó también Melisa Machado, y el ensayo «Espejo de la noche«, sobre la poesía de Xavier Villaurrutia, ganador en el concurso “100 años de Mario Benedetti” en la categoría Crítica de Literatura Iberoamericana. Ya en otro ámbito, presenté a la vez el libro Buenas noticias, de Carolina Silva Rode, para el que a su vez escribí un posfacio, y participé, el 30 de setiembre y el 7 de octubre, en el evento Zorrilla y Rodó: un diálogo interrumpido, junto a Isabel Retamoso en el Museo Zorrilla.
En el nuevo espacio Mácula, sobre arte contemporáneo uruguayo, colaboré con los textos «El lugar del recuerdo«, sobre Amalia Nieto, y «La tradición, lo nuevo«, que recoge un intercambio de mails sobre Christian Boltanski con Elián Stolarsky. También participé en algunos programas de radio y, a finales del año, gané el premio Ópera Prima de poesía, que otorga el Ministerio de Educación y Cultura por Los restos del naufragio. Además, fui jurado junto a Leonor Courtoisie y Matías Núñez del concurso de incentivo a la edición Amanda, también organizado por el MEC.
Lo dicho, un año devuelto.
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