Frente a ese interés por el tiempo, Berenguer plantea un delicado juego léxico basado en un corrimiento de los sentidos y en una dislocación de los significantes, que pasan por la página asociados a veces más por su sonido que por otra cosa, o se van dando como sinónimos y ponen precisamente en duda la idea misma de la sinonimia, acaso porque “La claridad del lenguaje tiene apenas / la intensidad ambigua del poniente”. Y es que la poeta, que tradujo de manera amateur a nada menos que Emily Dickinson, conoce bien los deslizamientos de la traducción —metamorfosis de metamorfosis— y, autodeclarada lectora fiel del diccionario, entiende la fragilidad material de las palabras, el perpetuo malentendido al que nos enfrenta la lengua y su tendencia a la proliferación, que aprovecha guiada por un oído casi infalible.
Fragmento del texto “Estamos en el secreto compartido”, un artículo sobre la poesía de Amanda Berenguer escrito para la revista de crítica ERM. Se puede acceder al texto completo haciendo clic en la cita.
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