Voy a enumerar, para empezar, una serie de obviedades: que el canon literario de una nación implica, ante todo, una idea de nación, y que esta idea de nación implica a su vez la creación de un sujeto nacional (marcado, entre otras cosas, por la lengua oficial) y de una narrativa de nación que lo haga parte y productor de un proceso, la historia nacional, que se tiende a pensar como un progreso, como un ir hacia un lugar (el destino de la nación) y que ese «sujeto nacional», para finalizar, tan ficcional como cualquiera, tiene algo de representativo y algo de ideal, algo de presente y mucho de proyecto, de proyección, de deseo.
En la posdata de 1974 a su prólogo de Recuerdos de provincia, el libro de Domingo Faustino Sarmiento, Jorge Luis Borges postula una pregunta contrafáctica: qué hubiera pasado, aventura, «si en lugar de…
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