De entrecasa con Stéphane Mallarmé, Paul Verlaine, Emmanuele Coccia y Paul B. Preciado
Mateo tenía reglas para todo. Cuando aparecieron los audios de WhatsApp, dictaminó que nunca mandaría uno. Y, aunque escuchaba pacientemente los que le mandábamos nosotros, nunca lo hizo, a excepción de una vez, un mensaje cortísimo que perdimos para siempre en la maraña de archivos y celulares rotos. Siempre lavaba los pantalones negros dados vuelta. No rayaba, doblaba, manoseaba, ningún libro jamás, pero estaba generalmente dispuesto a prestarlos. Nunca, decía, se quedaba con la ropa de dormir después de levantarse de la cama…
Supongo que de esa pasión por los rituales, que es un modo de pretender que tenemos alguna injerencia en el caos, nació parte de su amor por Japón y por la etiqueta, esa forma amable que tenía de participar en el mundo. Algunas cosas las adopté yo también, afecto como soy a imponerme leyes…
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